La primera obra de Verdon me encantó, con lo que decidí
encomendarme a la siguiente de sus novelas, un nuevo caso de asesinato, otro
reto para el distinguido policía retirado de Nueva York, Dave Gourney.
Ambas obras guardan muchos parecidos. Comparten protagonistas:
Dave, su esposa y sus excompañeros del Departamento de Investigación Criminal. Reaparecen
las discusiones en el seno del matrimonio Gourney por el mismo motivo: la
decisión de Dave de aceptar un nuevo caso de asesinato. Esta vez es contratado como
detective privado, o eso quiere dar a entender el autor en principio, cuando en
realidad acabará trabajando codo con codo con la misma unidad especial de la
policía, supervisada por el también conocido fiscal del distrito.
Quizá por el deseo de Verdon de no hacer que No abras las
ojos dé la impresión de ser más de lo mismo, o tal vez por el afán de
superarse, construye una trama muy enrevesada, que va ganando complejidad según
se pasan las páginas y, lo que es peor, dejando hechos sin explicar por el
camino.
El estilo se mantiene ágil, pero la novela no resulta tan adictiva
como Sé lo que estás pensando. El lector ya no lo tiene fácil a la hora
de especular quién es el asesino, ya no posee una visión amplia del caso, no
controla todos los detalles. En su ópera prima el asesino era un psicótico que
actuaba en solitario; la investigación era meticulosa y sujeta al rigor policial, pero siempre
fácil de seguir para el lector, cada avance o descubrimiento resultaba
comprensible, nacía como consecuencia de las elucubraciones de la genial mente de Dave
Gourney en función de los datos que iba atesorando. Ahora, en cambio, resulta
arduo seguir la trama y los descubrimientos de Gourney parecen salidos de la nada.
Solo diré que hay más de un “malo”, es todo demasiado rebuscado y artificial, lo
cual se traduce en una pérdida de interés para el lector, que deja de
implicarse según pasa las páginas.
No hay comentarios :
Publicar un comentario