David Gurney es un investigador de la policía retirado, con
un gran historial a sus espaldas resolviendo casos de asesinatos en serie. Cierto día un
excompañero de la universidad, a quien no veía desde entonces, se pone en
contacto con él para pedirle ayuda: está recibiendo misteriosas cartas, en tono
cada vez más amenazador, en las que alguien asegura saber todo sobre él y su pasado, hasta el punto de ser capaz de acertar un número que piense.
Gurney le recomienda que acuda a la policía, pero se niega, teme que
no se lo tomen en serio o que se entrometan en su
negocio, que molesten a sus huéspedes (regenta un instituto donde gente adinerada busca la felicidad y la paz espiritual escuchando sus sermones). No lo ve claro, cree que oculta algo, pero le pica la curiosidad y, a pesar de las
reticencias de su mujer, decide ayudarle. Por motivos que no revelaré Gurney se verá de nuevo trabajando codo con codo con los profesionales, los inspectores e investigadores de los diferentes estamentos de la policía.
La trama está hilvanada con meticulosidad, al tiempo que el autor hace un
alarde de conocimientos de técnicas de investigación y metodologías policiales
asombroso. No deja cabos sueltos, tampoco recurre a las casualidades para dar
suspense a las escenas o forzar un argumento.
Esto se da a menudo, incluso en obras de reconocidos autores como Preston y Child o Camilla Läckberg. De esta última recuerdo que dejé de leer "La princesa de hielo" por algo parecido: la protagonista, como no puede dormir, decide ir a curiosear a la casa donde ha sido asesinada su amiga un par de días atrás. Sin saber bien por qué lo hace, qué le ha inspirado a ir por allí, coge una linterna y se adentra en plena noche en una solitaria casa ajena, escenario reciente de un asesinato. Por supuesto, encontrará algo esencial en un cajón, de casualidad y casi sin querer, porque no buscaba nada en concreto, simplemente su cuerpo le debió de pedir que registrara el dormitorio de su amiga... Por si fuera poco, mientras está allí, alguien más entrará en la lúgubre casa, otra casualidad. Absurdo y patético.
Esto se da a menudo, incluso en obras de reconocidos autores como Preston y Child o Camilla Läckberg. De esta última recuerdo que dejé de leer "La princesa de hielo" por algo parecido: la protagonista, como no puede dormir, decide ir a curiosear a la casa donde ha sido asesinada su amiga un par de días atrás. Sin saber bien por qué lo hace, qué le ha inspirado a ir por allí, coge una linterna y se adentra en plena noche en una solitaria casa ajena, escenario reciente de un asesinato. Por supuesto, encontrará algo esencial en un cajón, de casualidad y casi sin querer, porque no buscaba nada en concreto, simplemente su cuerpo le debió de pedir que registrara el dormitorio de su amiga... Por si fuera poco, mientras está allí, alguien más entrará en la lúgubre casa, otra casualidad. Absurdo y patético.
Este autor, John Verdon, novel
con esta primera obra, supera y por mucho a otros ya asentados en el género. Estructura la obra con inteligencia para hacer la investigación del complejo caso totalmente creíble, sin crear
suspense fácil e inverosímil cada cuatro páginas. La intriga se mantiene para estallar en un final puro y contundente,
como debe ser.
Sí es algo forzado quizá el intento de comunicarse de Gurney con el asesino, lo cual tendrá implicaciones para él, seguramente algo buscado por el autor, que necesitaba un pretexto para meter al protagonista en el ajo, pero no diré más.
Es demasiado extensa la explicación sobre lo que enseñan en la escuela que dirige el antiguo compañero. El rollo filosófico para encontrarse a uno mismo y hallar la felicidad no es trascendente y ahorraría algún bostezo.
En general, una obra policiaca adictiva y de lectura ágil, muy recomendable.