martes, 22 de septiembre de 2015

Milagro en los Andes - Nando Parrado

"Un ejemplo de superación"




Fernando Parrado era desconocido para mí hasta ahora. Es un personaje famoso en su tierra, no solo por accidente de los Andes sino por su variopinta carrera posterior, primero como piloto de carreras y después como empresario y presentador de televisión.

Nos trae sus memorias, focalizadas obviamente en la aventura también conocida como Tragedia de los Andes. De todos los sobrevivientes, es sin duda el más apropiado para escribir sobre el tema. Pasó de ser uno de los heridos más graves, en estado inconsciente y colocado en el rincón más frío porque nadie confiaba en su recuperación, a sobreponerse, ganarse la confianza del resto y afianzar su liderazgo. No dudó en apoyar la idea del consumo de carne humana como único medio de subsistencia, se fortaleció y participó en las duras expediciones. Llegado el momento, cuando todas fracasaron y la desesperación cundía en el grupo, supo imponer su autoridad y plantar cara al problemático Roberto para organizar una expedición definitiva al oeste, escalando la temible ladera, que les llevaría a la salvación.

El inicio se hace pesado. Nos habla del colegio y el equipo de rugby, y se explaya una eternidad para describir tácticas del juego y las diferentes posiciones, que a pocos interesarán y no aportan nada a la narración. Pasado el accidente, de nuevo se excede describiendo el sufrimiento por la agonía de su hermana, con demasiadas comparaciones para plasmar sus dolorosos sentimientos. No ayudan las dudas morales sobre Dios, ni los sueños que padece sobre la salvación. Sin duda fueron momentos largos y terribles, pero la narración se hace larga.

Tras los trágicos días posteriores al accidente, la lectura se aviva. Debaten por la dura decisión de aprovechar la carne de las víctimas, e irrumpe la excelente escena del alud. La nieve invadió el fuselaje una noche, y se puede palpar la angustia de los que quedaron enterrados, los nervios de los que trataban de sacarlos a ciegas, escarbando. Varios se asfixiaron. Y no da tregua al lector con la ventisca posterior, que los tiene tres días encerrados, empapados y muertos de frío, hacinados entre nieve derretida, despojos y orina. Sin acceso al exterior, carecen de comida excepto por los recientes fallecidos, que al final tendrán que comer, aun resultándoles repugnante por estar todavía tierna la carne y saber a quién pertenecía, al contrario que los bloque congelados y casi anónimos de fuera.

Es muy profunda la descripción de los compañeros, cómo se van debilitando, cómo mueren los que no quieren o no pueden comer lo suficiente. Los diálogos que sostiene con algunos pocas horas antes de morir resultan impactantes: cómo saben lo que les espera.

Se embarcan en expediciones que hacen que el lector se sienta inmerso en el frío y la crudeza del inhóspito terreno, que se agote junto al escritor por las tortuosas caminatas por la nieve. Se ansía pasar las páginas, conocer el resultado de las exploraciones, el devenir de los enfermos. En la aventura final se hace apremiante la necesidad de descubrir si llegaran a la cima de la montaña, si encontrarán algo verde al otro lado.

Cuando ya parece que están salvados el autor nos hará pasar otro rato de vértigo, participando él mismo en el rescate de sus compañeros, metiéndose con coraje en un helicóptero para sobrevolar los peligrosos riscos, a excesiva altitud y azotado por las corrientes.

El reencuentro con su padre es muy emocionante. Sin embargo, su situación es diferente a la del resto de supervivientes: no se siente partícipe de las celebraciones, ha perdido a su madre y hermana. Concluye con reflexiones personales sobre la muerte, el amor paternal que lo salvó, la existencia de Dios… Se hacen pesadas, pero no empañan una obra y testimonio apasionantes, un ejemplo de superación.

Calificación:

viernes, 4 de septiembre de 2015

La gran evasión - Tim Carroll



La versión en castellano de esta obra de Tim Carroll ha escogido el mismo título que las viejas memorias de Paul Brickhill, las cuales dieron origen a la conocida película. Brickhill fue uno de los implicados en la epopeya, aunque no participó en la escapada final debido a su claustrofobia.

60 años después Carrol efectúa un trabajo extraordinario recopilando y analizando las memorias de Brickhill y otras similares, cotejándolas con datos históricos para presentar una visión amplia de lo acontecido, en riguroso orden cronológico y siempre fiel a la realidad. Señala las invenciones introducidas en la adaptación hollywoodiense o desmiente conceptos, como la caricaturización del comandante alemán del campo, que en la realidad fue caballeroso e inteligente, al contrario de cómo se presenta en la película.

Da comienzo con los orígenes de cada protagonista, detallando la etapa previa a la guerra, cómo fueron hechos prisioneros y terminaron en el campo Stalag Luft III en que tendrán lugar los hechos.
Describe los primeros intentos de fuga, numerosos y variopintos, y la relación amistosa con los alemanes, al menos en esos inicios. Al fin y al cabo, eran oficiales de la RAF, en un campo a cargo de la Luftwaffe, y la camaradería entre miembros de las fuerzas aéreas era patente, siempre fieles a un código de caballerosidad.

Uno de los aspectos sombríos es que hay demasiados protagonistas, y tanta biografía personal previa a lo realmente interesante -la construcción del túnel y la evasión-, hace que el lector se canse y se pierda, no distinguiendo quién es quién cuando llega el momento de la acción.

Un buen trabajo, directo, preciso y detallado, pero que adolece de cierta falta de cercanía, resulta poco emotiva, exceptuando quizá el pasaje de los fusilamientos. Tampoco da lugar a la intriga, no permite que el lector sepa quién consiguió evadirse o no, anticipa demasiadas pistas para anunciar el fracaso o el éxito, lo cual resta emoción al desenlace.


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martes, 28 de octubre de 2014

Yo volé para el Führer - Heinz Knoke


El piloto alemán Heinz Knoke (1921-1993) relata de forma autobiográfica sus actuaciones durante la Segunda Guerra Mundial. Es una obra corta, casi da la impresión de tratarse de un diario de operaciones, y será de interés únicamente a los aficionados al género bélico, concretamente a los que aprecien las batallas aéreas en esta guerra.

Fue escrita en los años 50 y llama la atención que no oculte su apego al régimen nazi en su juventud, incluso justifica las anexiones e invasiones que desembocaron en el conflicto bajo pretextos de escasa o nula rigurosidad histórica. Tal vez fuera un veinteañero más al que la propaganda le había lavado el cerebro, pero, más de diez años después, no lo aclara.

El lector ha de intentar soslayar las consideraciones políticas para quedarse con las acciones de combate. En este sentido la fuente es de indudable valor, pues Knoke aglutinó años de experiencia a los mandos de su Me-109, sobreviviendo a heridas y derribos y viendo recrudecerse el panorama en el aire misión tras misión. Detalla las tácticas que utilizaban para enfrentarse a las cada vez más numerosas formaciones de bombarderos enemigos y otorga cuantiosos detalles técnicos de los diferentes modelos de aviones.

Menciona lo que parecen habituales borracheras y juergas nocturnas, comprometiendo su rendimiento en las misiones del día siguiente. Es llamativo el contraste entre cómo transcurrió la guerra para los pilotos de la Luftwaffe por un lado, y los soldados en el frente por otro. Todo aquel que haya leído "El soldado olvidado" y haya sido testigo de las penurias y enfermedades que sufrieron sabrá a qué me refiero. No se puede negar que los pilotos se jugaban igualmente la vida en cada misión, pero queda claro que eran considerados como una élite, que se regían por un código de honor propio. Esto queda reflejado en la caballerosidad con que se tratan el autor y un adversario que ha sido igualmente derribado.

Vio caer a sus compañeros uno tras otro, y en los compases finales vemos a un Knoke muy tocado, al que poco le importa ya ser un "as". Se ve rodeado de jóvenes pilotos novatos y sin una adecuada instrucción en vuelo de combate, condenados a una muerte segura bajo la aplastante superioridad numérica de los cazas aliados. Es aquí cuando se ve al autor más sentimental, ya no ansía despegar para incrementar su cuenta de derribos como en los primeros años, cuando maldecía las misiones de escolta sobre el Mar del Norte en las que no acaecía ningún encuentro con el enemigo. Ahora solo piensa en que cualquier día él será el siguiente.

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martes, 30 de septiembre de 2014

No abras los ojos - John Verdon


La primera obra de Verdon me encantó, con lo que decidí encomendarme a la siguiente de sus novelas, un nuevo caso de asesinato, otro reto para el distinguido policía retirado de Nueva York, Dave Gourney.

Ambas obras guardan muchos parecidos. Comparten protagonistas: Dave, su esposa y sus excompañeros del Departamento de Investigación Criminal. Reaparecen las discusiones en el seno del matrimonio Gourney por el mismo motivo: la decisión de Dave de aceptar un nuevo caso de asesinato. Esta vez es contratado como detective privado, o eso quiere dar a entender el autor en principio, cuando en realidad acabará trabajando codo con codo con la misma unidad especial de la policía, supervisada por el también conocido fiscal del distrito.

Quizá por el deseo de Verdon de no hacer que No abras las ojos dé la impresión de ser más de lo mismo, o tal vez por el afán de superarse, construye una trama muy enrevesada, que va ganando complejidad según se pasan las páginas y, lo que es peor, dejando hechos sin explicar por el camino.

El estilo se mantiene ágil, pero la novela no resulta tan adictiva como Sé lo que estás pensando. El lector ya no lo tiene fácil a la hora de especular quién es el asesino, ya no posee una visión amplia del caso, no controla todos los detalles. En su ópera prima el asesino era un psicótico que actuaba en solitario; la investigación era meticulosa y sujeta al rigor policial, pero siempre fácil de seguir para el lector, cada avance o descubrimiento resultaba comprensible, nacía como consecuencia de las elucubraciones de la genial mente de Dave Gourney en función de los datos que iba atesorando. Ahora, en cambio, resulta arduo seguir la trama y los descubrimientos de Gourney parecen salidos de la nada. Solo diré que hay más de un “malo”, es todo demasiado rebuscado y artificial, lo cual se traduce en una pérdida de interés para el lector, que deja de implicarse según pasa las páginas.


Calificación:

miércoles, 27 de agosto de 2014

Sé lo que estás pensando - John Verdon



David Gurney es un investigador de la policía retirado, con un gran historial a sus espaldas resolviendo casos de asesinatos en serie. Cierto día un excompañero de la universidad, a quien no veía desde entonces, se pone en contacto con él para pedirle ayuda: está recibiendo misteriosas cartas, en tono cada vez más amenazador, en las que alguien asegura saber todo sobre él y su pasado, hasta el punto de ser capaz de acertar un número que piense.
Gurney le recomienda que acuda a la policía, pero se niega, teme que no se lo tomen en serio o que se entrometan en su negocio, que molesten a sus huéspedes (regenta un instituto donde gente adinerada busca la felicidad y la paz espiritual escuchando sus sermones). No lo ve claro, cree que oculta algo, pero le pica la curiosidad y, a pesar de las reticencias de su mujer, decide ayudarle. Por motivos que no revelaré Gurney se verá de nuevo trabajando codo con codo con los profesionales, los inspectores e investigadores de los diferentes estamentos de la policía.

La trama está hilvanada con meticulosidad, al tiempo que el autor hace un alarde de conocimientos de técnicas de investigación y metodologías policiales asombroso. No deja cabos sueltos, tampoco recurre a las casualidades para dar suspense a las escenas o forzar un argumento.
Esto se da a menudo, incluso en obras de reconocidos autores como Preston y Child o Camilla Läckberg. De esta última recuerdo que dejé de leer "La princesa de hielo" por algo parecido: la protagonista, como no puede dormir, decide ir a curiosear a la casa donde ha sido asesinada su amiga un par de días atrás. Sin saber bien por qué lo hace, qué le ha inspirado a ir por allí, coge una linterna y se adentra en plena noche en una solitaria casa ajena, escenario reciente de un asesinato. Por supuesto, encontrará algo esencial en un cajón, de casualidad y casi sin querer, porque no buscaba nada en concreto, simplemente su cuerpo le debió de pedir que registrara el dormitorio de su amiga... Por si fuera poco, mientras está allí, alguien más entrará en la lúgubre casa, otra casualidad. Absurdo y patético.
Este autor, John Verdon, novel con esta primera obra, supera y por mucho a otros ya asentados en el género. Estructura la obra con inteligencia para hacer la investigación del complejo caso totalmente creíble, sin crear suspense fácil e inverosímil cada cuatro páginas. La intriga se mantiene para estallar en un final puro y contundente, como debe ser.

Sí es algo forzado quizá el intento de comunicarse de Gurney con el asesino, lo cual tendrá implicaciones para él, seguramente algo buscado por el autor, que necesitaba un pretexto para meter al protagonista en el ajo, pero no diré más.
Es demasiado extensa la explicación sobre lo que enseñan en la escuela que dirige el antiguo compañero. El rollo filosófico para encontrarse a uno mismo y hallar la felicidad no es trascendente y ahorraría algún bostezo.

En general, una obra policiaca adictiva y de lectura ágil, muy recomendable.


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jueves, 14 de agosto de 2014

SEAL Team Six - Howard E. Wasdin




El género de las autobiografías bélicas es uno de mis favoritos. Suelo escoger la temática de la Segunda Guerra Mundial, dentro la cual he devorado con fervor las memorias de Galland, Speer, Rudel o Guy Sajer (comentada esta última en este blog). También he disfrutado las memorias de un piloto republicano en la Guerra Civil, Juan Lario Sánchez. Me recomendaron esta obra y, aun receloso porque huyo de la guerra moderna, la he encontrado muy interesante, arrebatadora a ratos y hasta emotiva al final.

Howard Wasdin nos cuenta su vida desde el principio: un niño maltratado por su padrastro, crecido en el seno de una familia inculta y sin recursos, siendo forzado a trabajar en el campo desde muy pequeño.
En un campamento juvenil entendió que estaba hecho para el rigor, la disciplina, el autocontrol y el poderío físico que se exigía en el ejército. Como voluntario en un cuerpo de rescate marítimo conoció a dos miembros de los SEAL, un grupo de operaciones especiales de la Marina. Las historias que le relataron, el tipo de misiones que les encomendaban, de rescate a barcos secuestrados o de tipo antiterrorista, lo dejaron impresionado. Él sería uno de ellos.

Una parte importante de la obra la dedica a narrar las duras pruebas de acceso que tuvo que superar, que dejan al lector con la boca abierta. Solo auténticos superhombres llegarán al final. Wasdin admite que nunca las habría pasado de no ser por el complicado entorno familiar en que creció.
Se especializó como francotirador, para lo cual tuvo que someterse a otro riguroso entrenamiento.

Por fin entrará en acción. Primero intervino en la toma de un barco en la primera Guerra del golfo; más adelante el lector vibrará con las misiones que les encomendaron a él y otros tres miembros del Team Six en Somalia, junto a los Delta y a los Rangers del ejército. Entre otras escaramuzas, narra el episodio del Black Hawk derribado recogido en la película.

Es sorprendente la alta profesionalidad, las medidas de seguridad que toman, las precauciones, las tácticas de combate que tan bien describe, las últimas tecnologías. Al lado de los SEALs parece que los del ejército americano sean meros aprendices.

El estilo narrativo es directo, sin florituras, como corresponde a una obra de este tipo. Lo que interesa es el contenido, no hace falta más.
La traducción, sin embargo, deja mucho que desear. El traductor debería repasar el uso de "porque" y "por qué", o tener en cuenta que "encriptado" no es una palabra admitida en castellano, el término correcto es "cifrado".
Pero de esto Wasdin no tiene la culpa. Un título imprescindible para los amantes del género.



Calificación:

viernes, 8 de agosto de 2014

Edad prohibida - Torcuato Luca de Tena


Solo había leído de este reconocido autor su obra "Los renglones torcidos de Dios". Fue hace muchos años, en el instituto, porque lo mandaron leer y analizar en clase de lengua. Yo no tenía aún afición a la lectura y me parecía un tedio tener que leer en casa pudiendo hacer otras cosas que consideraba más divertidas. Sin embargo, recuerdo que me encantó, y llevaba tiempo queriendo echarle el guante a otra novela de Luca de Tena.

No sé por qué elegí esta en concreto, supongo que me toparía con alguna valoración positiva. Creo que no es de las más conocidas, pero no he quedado decepcionado en absoluto. No es tan profunda como la primera que he mencionado, incluso a priori se podría decir que el argumento es simple; no obstante, según se pasan las páginas el lector se da cuenta de que hay mucho más que correrías de adolescentes.

Narra las desventuras de Anastasio, un chico que llega a San Sebastián con 13 años, durante la Guerra Civil. Su madre ha quedado en Madrid y Anastasio tendrá que alojarse con sus tíos, que se muestran poco acogedores. Es muy introvertido, y se verá obligado a adaptarse a una nueva vida: amigos, colegio, primeros amoríos...
Aparece otro personaje, Enrique, el líder de la pandilla, seguido por todos a ciegas, impulsivo y soñador, despreocupado y violento.
Transcurrirán los años, veremos madurar a esos dos chicos dentro de su círculo cerrado de amigos, cómo se divierten o se empiezan a aproximar a las chicas. Observaremos las virtudes de Anastasio, quien poco a poco consigue vencer la timidez, y cómo Enrique se encamina por malos derroteros.

Resulta muy emotiva, hace revivir las sensaciones y reminiscencias de la adolescencia, los amores imposibles, los desengaños.
Echo de menos, como aficionado a la historia que soy, más datos, situaciones temporales intercaladas en la trama, especialmente en los años del conflicto. Se limita a mencionar que uno de los amigos se alista para ir a luchar, o a la alegría desbordante de la población cuando se enteran de que ha terminado la guerra. Seguro que podría haber plasmado las sensaciones de la gente en San Sebastián durante esos años: las discusiones y preferencias sobre el camino que tomaba la contienda, las noticias que se recibían, los cambios bajo la nueva autoridad...

Se lee con agilidad y el estilo es soberbio. Maneja las palabras, las metáforas y las hipérboles de forma que da el peso justo a cada frase, hace sentir a los chicos por muy superficiales que sean sus tempranas emociones.


Calificación:

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